Ingenieros y arquitectos del AMB imaginan una gran ciudad en la que las autopistas y nudos den paso a avenidas que una más y mejor los municipios

No es nada sencillo romper con la lógica centro-periferia si tenemos en cuenta la morfología del contorno habitado; esa maraña de nudos viarios perpetrados a partir de los años 60 para mayor gloria del automóvil. Basta con salir de Barcelona para darse cuenta de que la continuidad se rompe demasiado a menudo, con demasiada facilidad. Pero no hay nada imposible, pues ya dentro de la gran ciudad, desde hace 40 años, el urbanismo se ha tronchado la cabeza para disolver hercúleas autopistas urbanas. Como Aragó, General Mitre, Via Júlia, la Meridiana o la Diagonal. Pero también las ramblas de Prim y la del Poblenou, el paseo de Sant Joan, Paral·lel o la Via Augusta.

En tiempos de furor metropolitano nada tendrá sentido si antes no se diluyen esos grandes ejes que separan municipios y crean compartimentos estancos. Estamos cerca los unos de los otros, pero parece que estemos a años luz. En todo ello están inmersos los pensadores del Área Metropolitana de Barcelona (AMB). Y si fuera por ellos, así sería, más o menos la gran Barcelona de 2050. La Barcelona de las avenidas metropolitanas.